miércoles, 1 de junio de 2011

La que no pestañea… pierde!

Por Kika Sánchez

No doy más con esto. Cada semana la cultura egipcia se hace merecedora aún más de mi respeto. La sociedad y las distintas civilizaciones adulan a inventores de maquinarias, tecnologías y aparatos sofisticados, dejando de lado elementos de la vida cotidiana y puntualmente a la industria cosmética que mueve a nivel global más de 12.400 millones de dólares.

Para terminar con este ciclo de columnas dedicadas al make up, hablaré hoy de la máscara de pestañas, más conocida en chile como rÍmel (primera máscara de pestañas fue inventada por el empresario francés Eugène Rimmel en el siglo XIX ).

Empecemos por el principio.

Los egipcios delineaban sus ojos con kohl y aplicaban máscara en sus pestañas para ocultarlos de los malos espíritus y malas energías, puesto que eran considerados las ventanas del alma. Era utilizado por hombres y mujeres. Y en ilustraciones rescatadas de la Antigüedad es posible apreciar como esta civilización utilizaba la máscara de pestañas como protección, celebración, guerras y rituales de muerte.

Si bien los egipcios fueron los pioneros en la profundización de las pestañas, no fue hasta la era Victoriana en el siglo XIX, cuando se reavivó su aplicación. Las mujeres de la época tenían una imagen muy cuidada, llena de rituales minuciosos y el maquillaje en los ojos no era la excepción.

Realizaban ungüentos con cenizas, aceites y brebajes para delinear sus ojos y darle mayor fuerza a las pestañas. Sus habitaciones eran verdaderos camarines donde podían pasar horas arreglándose. Durante este tiempo la elaboración de la máscara de pestañas era 100% doméstica, no había quien la comercializara.

La vaselina fue patentada en 1872, sin embargo no fue hasta casi 40 años más tarde que comenzó a utilizarse en la preparación de cosméticos. En 1913, gracias a Eugene Rimmel, fundador de Maybelline Cosmetics, el mundo vio nacer la máscara de pestañas, pastilla lograda a partir de una mezcla de vaselina de petróleo y polvo de carbón, la cual debía ser frotada con un pincel húmedo para ser aplicada.

Rimel todavía se traduce como "máscara" en el italiano, portugués, español, holandés, turco, rumano, persa... Y ya con la invención de la fotografía y las imágenes en movimiento, el éxito de este cosmético se volvió imparable, debido a que estas nuevas formas de registro trajeron consigo nuevos parámetros de belleza y atractivo sexual. Actrices famosas de la era del cine clásico, como Theda Bara, Pola Negri, Arco de Clara, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Bette Davis, y Jean Harlow, dependía en gran medida del rimel en sus glamorosas apariciones, que la mujer promedio trataba de imitar.

La máscara tal y como la conocemos hoy, con su envase tubular y aplicador incorporado, llegó al mercado en 1957 gracias a Helena Rubinstein.

Es interesante ver como en la antigüedad era utilizado para ocultar los ojos, mientras que hoy en día sólo buscamos resaltarlos!

Y es que un toque de rímel o máscara cambia hasta la más cansada de las miradas, y eleva hasta a la más tiesa de las pestañas.

Pero esto no es un hecho dejado al azar. En las culturas occidentales, la idolatría a la juventud es una prioridad social que lleva a admirar inconcientemente rasgos infantiles como mejillas suaves, narices respingadas y ojos grandes (neotenia). El uso de máscara ayuda para imitar esto último, ya que se aleja la pestaña del borde del ojo creando una ilusión de gama-como la de mayor tamaño, los ojos más abiertos. Ampliar los ojos es culturalmente equipararse con los jóvenes, y puede ser inconscientemente asociado con la inocencia. Inocencia y juventud pueden llevar a los instintos de protección, así como sentimientos de atracción…

Una vez más corroboramos que el maquillaje no es mera vanidad. Por el contrario tiene un poderoso background social, espiritual y sicológico, capaz de atribuirle valor y significados, antes inexplicados.

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